Es realmente impresionante el apego que se puede llegar a tener por ciertas cosas materiales, en este caso me tocó decirle adiós a mi compañerito de lucha, mi Pichi, el que me acompañó los últimos 2 años de mi vida, en momentos felices y en otros no tanto; me vió llorar, besar, hablar de cosas divertidas y de otras más trascendentales. Vió partidos de fútbol, borracheras, viajó a muchos lados, sufrió uno que otro golpecito, transportó a mucha gente, en fin...el amigo incondicional.
Se compró con esfuerzo pero se pagó con mucho gusto...y sobretodo se gozó.
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